De cómo un santo reprendió al demonio que atormentaba a una persona
“En verdad, ¡qué admirable es Dios entre Sus santos!”, dijo San Nifón al ver esto. “¡Dios da coraje y fuerzas a Sus siervos, y Él mismo es el poder de Su pueblo! ¡Bendito sea Dios!”.
En una ocasión, el venerable Nifón caminaba por un sendero del bosque. Pocos metros más adelante, otro hombre avanzaba en la misma dirección: era un creyente, una persona temerosa de Dios. Entonces, el padre Nifón vio cómo un demonio empezaba a revolotear alrededor de aquel hombre, lanzándole pensamientos impuros. Sin embargo, el hombre tenía una mente luminosa y no aceptaba ciegamente esos pensamientos, sin examinarlos. Por eso, a cada instante se detenía y le escupía al demonio, insultándolo. Viendo esto, el santo reprendió así al espíritu maligno:
—¡Deja de perturbar a esta criatura de Dios, tú, salvaje y perverso como eres! ¿Qué ganas tú si su alma se pierde?
—Te lo diré: no gano nada, pero aun sin quererlo me veo obligado a luchar contra él. También nosotros tenemos jefes que nos dan órdenes y nos vigilan, no sea que dejemos de luchar en contra de la humanidad. Y ¡ay del demonio al que nuestros jefes lo encuentren holgazaneando en vez de luchar! ¡Lo atacan y lo torturan terriblemente! —respondió el demonio.
– ¡Infeliz de ti! ¿Acaso desconoces que te espera el fuego eterno por todas tus maldades? ¿Por qué no te escondes en algún agujero y empiezas a llorar por el cruel destino que te espera?
Avergonzado, el demonio desapareció. En aquel momento, pasó por el mismo lugar un monje, cuya sola presencia inspiraba respeto y admiración. El piadoso Nifón vio cómo de la boca de aquel monje salían llamas que se elevaban hasta el cielo. Detrás de él venía un ángel que parecía una columna de fuego, quien, con la espada en alto, cuidaba el cuerpo y el alma del monje. De vez en cuando, el ángel se volvía y, con una terrible amenaza, apartaba a los demonios que trataban de ponerle trampas al monje. “En verdad, ¡qué admirable es Dios entre Sus santos!”, dijo San Nifón al ver esto. “¡Dios da coraje y fuerzas a Sus siervos, y Él mismo es el poder de Su pueblo! ¡Bendito sea Dios!”.
(Traducido de: Viața și învățăturile Sfântului Ierarh Nifon, traducere de Protosinghel Petroniu Tănase, Editura Mânăstirea Sihăstria, Vânători, 2004, p. 64)