De la forma en que nuestros hijos tienen que aprender a orar
Una vez el niño aprenda a orar por sí mismo y sienta la necesidad de pedir la bendición del Señor, no necesitará que le estemos recordando que tiene que hacerlo.
Es difícil insistir en que la familia deba hacer una misma oración cada mañana y cada noche, sobre todo si se trata de una oración larga. Los niños se diferencian entre sí por su edad, su carácter y su disposición diaria. Lo importante es que los padres les den el mejor ejemplo, en lo que concierne a la oración de cada día, sin ostentaciones, con toda la simplicidad del mundo, de manera que los pequeños entiendan que orar es una parte normal de la rutina diaria y reconozcan también su utilidad.
Una oración breve y sincera, repetida en intervalos regulares, es más importante que una gran cantidad de oraciones. Es preferible que la “regla” de oración sea breve (basta con unos pocos minutos) y permitir que cada niño alargue el tiempo de su oración, según sienta la inspiración para hacerlo. Una vez el niño aprenda a orar por sí mismo y sienta la necesidad de pedir la bendición del Señor, no necesitará que le estemos recordando que tiene que hacerlo. Y desde luego que no necesitamos reñirlo constantemente cuando vemos que no ora como queremos nosotros.
Cuando se trata de niños pequeños, pre-escolares, lo mejor es que los padres no les insistan mucho en el tema de la oración diaria y no se preocupen si esa norma de oración no puede ser cumplida al pie de la letra. Una oración breve antes de dormir, dirigida por el padre, la madre o ambos a la vez, es mucho más fácil de cumplir, al igual que las oraciones de antes y después de comer.
(Traducido de: Maica Magdalena, Sfaturi pentru o educație ortodoxă a copiilor de azi, Editura Deisis, Sibiu, 2006, pp. 55-56)