Palabras de espiritualidad

De la grandeza de alma, el sacrificio y el amor a Dios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Para que la persona pueda regocijarse —espiritualmente— en verdad, primero debe creer y amar.

La fe que practicamos debe caracterizarse por nuestra grandeza de alma, y entonces cualquier esfuerzo que hagamos tendrá esa impronta. Mientras más grandeza de alma pone la persona en su sacrificio, más crecen su amor y su fe. Y para esto es de gran ayuda pensar en las bondades de Dios. La persona con un alma generosa no piensa si existe o no el Paraíso, sino que se esfuerza porque cree en Dios y lo ama. Por el contrario, el que no tenga un alma generosa dirá: “¿Para qué debo sacrificarme? ¿Es que en verdad existe el Paraíso? ¿Es posible que haya un Juicio Final?”. Si la persona tiene ese descontento, haga lo que haga, seguirá con el mismo sentimiento. Pero el que tiene un alma grande, aunque enfrente las más duras pruebas no dejará de alabar a Dios y, poco a poco, llegará a actuar siempre con una profunda gratitud hacia Él: entonces ocurrirá una transformación divina en su alma, que lo hará alegrarse en todo momento. También puede que haya quien, a pesar de recibir solamente bendiciones, siempre esté descontento.

Con el amor a Dios viene el sacrificio. Y cuando hay sacrificio sin interés, Dios viene a nosotros. En esto consiste hacer un sacrificio, un esfuerzo, pensando en Dios, Quien nos llena de bendiciones todos los días. Pensemos en los idólatras, que adoraban la naturaleza, el sol, los ríos… y llegaban al punto de ofrendar su propia vida por esas creencias. ¡Si ellos se sacrificaban por lo creado, con mayor razón nosotros tendríamos que hacerlo por el Creador!

El problema es que las personas no creen, por eso no se sacrifican. Aquí es donde empieza toda la indolencia. Uno blasfema en contra de las cosas divinas, otro cree a medias y sufre…

Para que la persona pueda regocijarse —espiritualmente— en verdad, primero debe creer y amar.

(Traducido de: Cuviosul Paisie AghioritulCuvinte duhovnicești, vol.2: Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Ed. a 2-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 300-301)