Palabras de espiritualidad

De la invocación del nombre de Cristo como oración fundamental

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

“Comenzando con la repetición del nombre (de Jesús) con gran fervor”, escribe él, “todo lo que tenemos que hacer es aferrarnos a él y pronunciarlo constantemente, con tranquilidad y en silencio”.

En 1963, un monje ortodoxo francés, el archimandrita León Gillet, publicó el que posiblemente sea el mejor estudio moderno sobre la “Oración de Jesús”, titulado simplemente The Jesus PrayerEl padre León fue, durante gran parte de su vida, un católico muy devoto, a tal grado que decidió entrar a un monasterio benedictino. Estudioso del cristianismo oriental, el padre León exploró ampliamente la Ortodoxia, hasta que terminó convirtiéndose. [...]

Deja que la oración obre sola. “Comenzando con la repetición del nombre (de Jesús) con gran fervor”, escribe él, “todo lo que tenemos que hacer es aferrarnos a él y pronunciarlo constantemente, con tranquilidad y en silencio”.

“No te apresures en la repetición de la oración”, insiste el padre León. Y no la hagas deprisa. Si te sientes cansado, deja de orar. Pero, incluso cuando no estés orando, sin importar lo que hagas, trata de guardar al anhelo de permanecer siempre en presencia de Jesús. La Santa Escritura describe así dicho estado: “Dormía, pero mi alma velaba” (Cantar de los Cantares 5, 2).

¿Cuáles son los frutos de la invocación constante del nombre de Jesús? El padre León afirma: “El nombre de Jesús es un medio concreto y poderoso para transfigurar a las personas en su realidad más profunda y divina”. Además, nos exhorta a repetir silenciosamente la oración cuando vayamos a trabajar, al caminar en la calle, invocando el nombre de Jesús para cada persona que veamos, y viviendo de un modo tal que los demás observen cómo intentamos dedicar nuestra existencia a Cristo.

(Traducido de: Norris J. Chumley, Tainele Rugăciunii lui Iisus, traducere de Dragoș Dâscă, Editura Doxologia, Iași, 2014)