De la paciencia en la enfermedad
A menudo, la misericordia de Dios permite que el cuerpo sea golpeado por la enfermedad. Con esto, las pasiones se debiitan y el hombre se rehace.
El cuerpo es el siervo del alma. El alma es, de hecho, la soberana del cuerpo. A menudo, la misericordia de Dios permite que el cuerpo sea golpeado por la enfermedad. Con esto, las pasiones se debiitan y el hombre se rehace. Sin embargo, algunas veces la misma enfermedad del cuerpo proviene de las pasiones.
Según San Basilio el Grande, si apartamos el pecado, también las enfermedades se irán. “¿De dónde provienen las enfermedades? ¿Y los perjuicios del cuerpo? El Señor creó el cuerpo, pero no la enfermedad. ¿Qué es más provechoso y necesario? Unirnos a Dios y vivir con Él por medio del amor. Si perdemos ese amor, nos apartaremos de Él y caeremos en distintos padecimientos”.
Si eres paciente y agradecido en la enfermedad, tu dolencia te llevará a ser coronado.
Un stárets que sufría de ascitis les decía a los hermanos que venían a cuidarle: “Hermanos, oren para que mi alma no se vea perjudicada por una enfermedad semejante. En lo que respecta a mi dolencia física, le pido a Dios que no me sane inmediatamente, porque aunque nuestro hombre exterior se marchite, el de adentro se renueva cada día” (II Corintios 4, 16).
(Traducido de: Un serafim printre oameni – Sfântul Serafim de Sarov, traducere de Spătărelu, Editura Egumeniţa, 2005, pp. 338-339)