Palabras de espiritualidad

De la Palabra de Dios y la palabra del hombre

    • Foto: Adrián Sarbu

      Foto: Adrián Sarbu

Al orar, el hombre llega al estado más elevado de la palabra, en donde la suya adquiere fuerzas, en el Espíritu de Dios, para crear, tal como Dios Mismo lo hiciera antes.

¿Qué es la palabra? ¿Cómo entenderla? Y quisiera vincular la palabra, con la ayuda de Dios, a la noción de cultura, de cultura del Espíritu, como dije. La Escritura nos demuestra que Dios, cuando creó al hombre —si me lo permiten, daré un salto hacia atrás—: cuando creó todo antes del hombre, con una sola palabra lo hizo: “¡Que haya...!”. Pero, llegado el momento de crear al hombre, Dios actuó de forma diferente. Se aconsejó: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Entendemos que el hombre no es una criatura como todas las demás. Y lo entendemos, no por orgullo, sino por la palabra que Dios Mismo nos dio. Luego, vemos cómo, por medio de la palabra, Dios sigue llamando, para mantener ese vínculo con el hombre. Por medio de la palabra, Dios aconseja a Adán. Cuando este cae —luego de que la iniquidad viene a inundar toda la historia del mundo, hasta la destrucción con el gran diluvio en tiempos de Noé—, viene un momento en la historia cuando Dios Mismo le habla al hombre, dándole una ley por medio de Moisés.

Esta ley tenía dos objetivos. Llevar al hombre de la iniquidad al orden —una ley que podemos entender todos, por ser una ley moral—, pero también dar algunas indicaciones de lo que Dios habría de hacer cuando llegara “el fin de los tiempos”, o, mejor dicho, la realización de los tiempos. Este suceso tenía que ser no algo cronológico, en primer lugar, sino la encarnación de aquella Palabra. Dice San Pablo, en su Carta a los Hebreos: “Dios, que de tantas formas habló a nuestros padres, 'al final del tiempo' nos habló por medio de Su Hijo Mismo”. Y este Hijo Suyo se llama también Palabra de Dios. Esta Palabra vuelve a continuar Su obra con el “diálogo” que retoma con el Hombre, luego de la caída de este último del Paraíso. La Palabra puede ser entendída también como energía, una energía creadora.

Pero, ¿qué es la palabra del hombre? Si el hombre es la imagen de Dios, la imagen de Dios que puede llegar a asemejarse con Él, también su palabra es una energía. La Palabra de Dios nos enseña que, con los enunciados de la oración nos acercamos a Él. Al orar, el hombre llega al estado más elevado de la palabra, en donde la suya adquiere fuerzas, en el Espíritu de Dios, para crear, tal como Dios Mismo lo hiciera antes. El hombre no tiene como propósito crear un mundo, sino desarrollar esa imagen de Dios que hay en él, hasta llegar a la semejanza plena. Así es como entendemos nosotros la salvación.

(Traducido de. Ieromonahul Rafail Noica, Cultura Duhului, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2002)