Palabras de espiritualidad

De la vida de San Anfiloquio de Pochayiv

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Persígnate... ¿puedes?

Casi todos los habitantes de Pochaev, en distintos períodos de su vida —en la infancia, la adolescencia o en la vejez—, fueron pacientes del piadosísimo padre Anfiloquio. Cierta vez le trajeron a una lugareña. Bajando las escaleras de su casa, que estaban llenas de nieve, aquella mujer había resbalado y, cayendo, se había dañado un hueso. Diagnóstico: fisura en el hombro. El padre le enderezó el brazo y le recomendó que se pusiera algo caliente sobre la zona afectada. Luego de dos semanas, volviendo a la celda del padre Anfiloquio, la pobre mujer seguía quejándose de un dolor incesante, que incluso parecía crecer con cada día que pasaba.

Tomándole el brazo, el padre se lo levantó sobre la cabeza y le preguntó:

¿Puedes mantenerlo alzado?

Sí, padre.

Persígnate... ¿puedes?

¡Ya no me duele, padre!, respondió la mujer, olvidándose de todo dolor.

(Traducido de: Sfântul Amfilohie de la Poceaev, Viața și minunile, Editura Sophia, p. 55)