De las cualidades que solamente posee el sacerdote
Algunas veces, me preguntan: “Pero ¿por qué también tengo que contarle todo esto a mi confesor, si ya se lo conté a usted?”. Y yo respondo: “Yo no puedo darte la absolución de tus faltas, no puedo librarte del poder del espíritu que te arrastra en el pecado…”
Usualmente, las personas se abren más fácilmente con nosotros, los monjes y las monjas, porque no juzgamos a nadie, porque sentimos piedad por aquellos que sufren por causa del pecado, porque oramos mucho más —aun sin tener la certeza de que hacemos bien lo que hacemos—, porque también tenemos “estrategias” diferentes a las del mundo laico, porque contamos con una cierta experiencia…
Algunas veces, me preguntan: “Pero ¿por qué también tengo que contarle todo esto a mi confesor, si ya se lo conté a usted?”. Y yo respondo: “Yo no puedo darte la absolución de tus faltas, no puedo librarte del poder del espíritu que te arrastra en el pecado. Yo oro y mi oración te ayuda, pero no puedo sacarte del campo de acción del mal. Para esto necesitas la Gracia de Dios, misma que se da y actúa solamente por medio de estos varones elegidos por Él, a los que santifica y les da el don de la santificación y la absolución”. ¿Por qué? ¡Porque así lo quiso Él, Dios!
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Doamne, unde-i rana?, Editura Doxologia, Iași, 2017, p. 25)