De las más pequeñas faltas nacen los más terribles vicios
No importa cuán pequeñas e insignificantes nos parezcan las maldades que brotan en nosotros, debemos oponernos a ellas como si fueran enormes y poderosas tentaciones.
No importa cuán pequeñas e insignificantes nos parezcan las maldades que brotan en nosotros, debemos oponernos a ellas como si fueran enormes y poderosas tentaciones. De lo contrario, si les permitimos desarrollarse en nuestro interior, rápidamente crecerán, fortaleciéndose y convirtiéndose en terribles tiranos. Si no arrancamos la maleza cuando empieza a aflorar, con rapidez se multiplicará y echará profundas raíces, de tal suerte que no podremos ya extraerla. Si no renuncias a fumar o a beber cuando sientes que tales hábitos se te están convirtiendo un vicio, pronto te convertirás en esclavo suyo.
Antes de beber un vaso de agua, lo examinamos y retiramos cualquier impureza que pudiera haber en su interior. De igual manera, si nos entra una astilla en el dedo, nos afanamos hasta que logramos sacárnosla. Si sentimos que nos entra un poco de polvo en el ojo, no nos tranquilizamos sino hasta que logramos limpiárnoslo. Lo mismo debe hacer el hombre espiritual con sus iniquidades. Necesita expulsarlas de su alma, incluso las más ínfimas, porque de las más pequeñas faltas nacen los más terribles vicios.
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, traducere din limba bulgară de Valentin-Petre Lică, ediția a II-a, Editura Predania, București, 2010, pp. 37-38)