Palabras de espiritualidad

De las virtudes del monje y el pecado más grave que existe

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

¡Mientras más se envanece el hombre, más rápidamente cae y con más estrépito! ¡Que Dios nos libre de la pasión del orgullo, que es la peor de todas!

Un día, los demás hermanos le preguntaron al padre Damián Guţea:

¿Qué virtudes deben caracterizar al monje?

—En primer lugar, permanecer siempre en el monasterio. El monje jamás debe salir, en la medida de lo posible, del monasterio. Y si sale, que sea solamente en caso de gran necesidad y durante una o dos horas. Después debe volver rápidamente al monasterio. De lo contrario, su alma empezará a enfriarse y su fe a debilitarse; además, se atrasará en su canon y oraciones, perdiendo toda su paz. Por eso fue que, cuando tuve la oportunidad de hacerlo, no quise ir a Jerusalén. Todo el viaje me habría tomado al menos un mes... un mes sin Divina Liturgia, sin oración, sin canon. No obstante, aquí, en la Divina Liturgia, tenemos a mano a la Jersusalén entera, si estamos atentos y nos presentamos en la iglesia con temor de Dios, con fe y con amor.

Otra virtud, muy necesaria, es el silencio. He comprobado que, si hablas, la mayoría de veces te equivocas, juzgas, mientes, difamas, te envaneces, te burlas de los otros... y tu oración se debilita. Pero, si callas, obtienes una enorme paz espiritual y tu oración llega rápidamente a Dios.

Luego, evitar la compañía de otros. El monje debe huir de la compañía de los demás. Sólo así encontrará un imponderable sosiego y su mente se mantendrá concentrada en Dios. El monje no debe hablar con nadie, si es posible. No debe recibir a nadie en su celda, mucho menos visitar las casas de otros, porque esto no es de provecho ni para él ni para las demás personas. El monje no debe buscar hablar con los demás, sino con Dios. Para esto fue que vino al monasterio, para orar sin cesar por él y por el mundo.

Otra virtud del monje es la pobreza. Si se puede, el monje no debe poseer nada, especialmente dinero. La codicia termina sometiéndote el corazón y te aferra al dinero, de tal forma que ya no puedes hacer nada por amor, sino solamente esperando un beneficio.

Le preguntaron los padres:

¿Qué pecado mata más almas y las arroja a la perdición? ¿La incredulidad o el desenfreno?

—No, padres. ¡Es el orgullo! ¡El orgullo mata a muchas más personas! ¡Cualquier caída del hombre es solamente debido a su orgullo! Por su vanidad, el hombre es dejado caer en la incredulidad, el desenfreno y la desesperanza. ¡Mientras más se envanece el hombre, más rápidamente cae y con más estrépito! ¡Que Dios nos libre de la pasión del orgullo, que es la peor de todas!

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 728-729)