De los efectos de la Santa Comunión
“Cuando estoy muy cansado, después de comulgar me siento completamente renovado, como si el cansancio se hubiera disipado de forma repentina”.
El anciano Anfiloquio decía: “Cuando el hombre comulga, recibe fuerzas, es iluminado, contempla horizontes más amplios y se llena de júbilo, en función de su disposición interior y su devoción. Hay uno que siente alegría y sosiego, otro experimenta una profunda paz, algún otro se llena de un intenso deseo de dedicarse a Cristo y de una inmensa piedad para con todos. Personalmente, cuando estoy muy cansado, después de comulgar me siento completamente renovado, como si el cansancio se hubiera disipado de forma repentina”.
Esta experiencia espiritual del anciano Jacobo tiene un sentido aparte: “Cuando empecé mi vida sacerdotal en el monasterio, además de las Horas, cada día oficiábamos la Divina Liturgia. Empezábamos de noche, y terminábamos la Liturgia antes del amanecer. Recibiendo cada día el Cuerpo y la Sangre del Señor, sentía una fuerza tan grande en mi interior, que hasta podía asemejarme a un león. Mi alma ardía con una llama espiritual tan fuerte, que durante todo el día no sentía ni hambre, ni sed, ni calor, ni frío. Y trabajaba horas enteras sin sentir cansancio alguno. Incluso en verano, cuando los demás padres se retiraban a descansar a sus celdas, buscando refrescarse un poco, yo seguía cargando sacos con tierra y fertilizante para los jardines exteriores del monasterio”.
El anciano Jerónimo enfatizaba: “El cristiano que se acerca a la Comunión debe sentir, primero, temor de Dios, devoción y contrición. Y, después de comulgar, lo que tiene que sentir es paz, alegría y el deseo de no hablar con nadie”.
(Traducido de: IPS Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos?, Editura Renașterea, Cluj-Napoca, 2012, pp. 133-135)