Palabras de espiritualidad

De los modernos sembradores de cizaña

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Hay un joven que habla en contra de la Iglesia, los santos, los íconos, las cruces, las fiestas patronales, pero, especialmente, en contra de la Santísima Madre de Dios. Va de casa en casa y de tienda en tienda, repartiendo gratis libros y revistas en donde está escrito lo mismo que él pregona a viva voz, las mismas blasfemias contra la fe ortodoxa...”

«Me cuentas que entre ustedes acaba de venir un joven que pertenece a una religión “nueva”. Y habla en contra de la Iglesia, los santos, los íconos, las cruces, las fiestas patronales, pero, especialmente, en contra de la Santísima Madre de Dios. Va de casa en casa y de tienda en tienda, repartiendo gratis libros y revistas en donde está escrito lo mismo que él pregona a viva voz, las mismas blasfemias contra la fe ortodoxa. Dice que vino de los Estados Unidos “para iluminar a la gente”. Dice también que todo el pueblo de los Estados Unidos cree lo mismo que él. No quiere decir a qué secta pertenece, pero seguramente ustedes ya se dieron cuenta de que se trata de un sectario y hereje.

No hablaré yo, hermano, sino que dejaré que lo haga el Apóstol de Dios. He aquí lo que ordena el Apóstol Pablo: “Al sectario, después de una y otra amonestación, rehúyele; ya sabes que ése está pervertido y peca, condenado por su propia sentencia” (Tito 3, 10-11). Y el Santo Apóstol Pedro utiliza la expresión “falsos maestros”, prediciendo su aparición en el mundo: “Habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas” (II Pedro 2, 1). San Juan el Evangelista nos recuerda: “Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo” (I Juan, 4, 1).

En lo que a mí respecta, les diré lo siguiente: aquel joven miente al decir que todo su país pertenece a esa creencia. La mentira es como la cizaña, y él no es sino un sembrador de cizaña. ¿Por qué? Porque en aquel país existe también la Iglesia Ortodoxa, con muchas parroquias, sacerdotes y obispos. ¡Y es grande el pueblo ortodoxo en aquellas latitudes! Hay ahí muchísimos hermanos nuestros en la fe: rusos, serbios, búlgaros, griegos, rumanos, albaneses y sirios. Soportando la dura carga de los trabajos más pesados, cuando los hay, ellos siguen respetando su fe y cuidan con atención sus almas de estos “sembradores de cizaña”. Y, ya que esos sectarios no han logrado que nuestros hermanos que viven en aquel país renuncien a su fe ortodoxa, han enviado sus agentes a los Balcanes, intentando comprar nuestras almas con su “dinero bendito” y sus libros gratuitos. ¿No nos vendimos a los turcos a cambio de rangos y heredades, y ahora nos vamos a vender a los mercaderes americanos por unos cuantos dólares? No, no es costumbre nuestra cambiar nuesta fe por un plato de lentejas».

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi: scrisori misionare, volumul I, ediția a II-a, traducere din limba sârbă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2008, pp. 141-143)

 

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