De los orígenes y el poder de la “Oración de Jesús”
No hay ningún relato que nos clarifique qué palabras utilizaron los discípulos al orar en Su Nombre, pero el hecho de que ellos obraron auténticos milagros, expulsando espíritus impuros y sanando a enfermos incurables, es confirmado una y otra vez en los textos del Nuevo Testamento.
En los últimos momentos de Su vida con nosotros, el Señor dijo: “Hasta ahora no habéis pedido nada en Mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa… Os aseguro que todo lo que pidáis en Mi nombre al Padre, os lo concederá” (Juan 16, 24; 23). Estas palabras de Cristo son la roca sobre la cual se asienta la oración de Su Nombre; y no hay duda de que los discípulos guardaron fielmente este mandamiento, un hecho aún más creíble mientras más experimentaban el poder de Su Nombre: “Los setenta y dos volvieron llenos de alegría, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos someten en Tu Nombre” (Lucas 10, 17).
Así, la historia de la “Oración del Nombre de Jesús” empieza con los Apóstoles que obedecieron la exhortación del Señor. No hay ningún relato que nos clarifique qué palabras utilizaron los discípulos al orar en Su Nombre, pero el hecho de que ellos obraron auténticos milagros, expulsando espíritus impuros y sanando a enfermos incurables, es confirmado una y otra vez en los textos del Nuevo Testamento.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experiența vieții veșnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, pp. 117-118)