Palabras de espiritualidad

De por qué no es bueno trabajar los domingos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Este es un breve relato sobre dos hermanos zapateros. Uno vivía con su esposa, sus hijos, que eran muchos, y sus papás. Cada domingo, toda la familia asistía a la iglesia.

Este es un breve relato sobre dos hermanos zapateros. Uno vivía con su esposa, sus hijos, que eran muchos, y sus papás. Cada domingo, toda la familia asistía a la iglesia. Todo les iba bien. El otro no asistía a la iglesia, sino que hasta trabajaba los domingos, pero su vida era un desorden absoluto. Por eso, lleno de envidia hacia su hermano, un día le reclamó encolerizado: “¿Cómo es que vives mejor que yo? Yo trabajo mucho más que tú y, con todo, cada vez soy más pobre”. Entonces su hermano le respondió: “¿Quieres que te diga la verdad? A menudo, cuando voy de camino a la iglesia, encuentro algún pedacito de oro entre la tierra... así es como, poco a poco, he logrado hacer todo lo que ves. Si alguna vez quieres venir conmigo, nos podemos repartir lo que encontremos”. Así fue como el otro comenzó a acompañar a su hermano a la iglesia y, poco a poco, milagrosamente, su situación empezó a mejorar.

Luego de algunas semanas, el primero de los hermanos le dijo al otro: “¿Te has dado cuenta, hermano, de cómo te fue de provecho una simple palabra para acercarte más a Dios y, además, tener una mejor vida? Ciertamente, nunca encontré nada de oro en el camino, como te dije al principio, pidiéndote que vinieras conmigo a buscar esos tesoros. Pero, ya que Dios dijo “Busquen primero el Reino de Dios y Su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”, me atreví a invitarte a venir conmigo. Y, aunque es cierto que te mentí, he aquí que no erré, porque ahora tu vida es diferente, mejor”.

(Traducido de: Cuvinte de la Sfinții Părinți, Editura Episcopiei Romanului, 1997,