Naturalmente, nosotros, los monjes, nos apartamos del mundo y dejamos a nuestros conocidos y familiares, para entrar en la gran familia de Adán, de Dios. Por su parte, a los laicos se les pide que tengan algún vínculo con conocidos y parientes que vivan de una forma espiritual, para aprender de ellos.

El cristiano que se esfuerza en el mundo, obtiene un provecho espiritual cuando entra en contacto con personas que saben cultivar las virtudes del alma. Por muy espiritualmente que viva una persona, necesitará, especialmente en el mundo actual, de amistades que se correspondan con esa forma de vida. El contacto con personas espirituales ayuda mucho, incluso más que el estudio espiritual, porque esta alegría de las relaciones espirituales nos aviva el deseo de esforzarnos. Aun en tu puesto de trabajo, o al servir en comunidad, es bueno y necesario relacionarte con otras personas para ayudarse recíprocamente. Supongamos, por ejemplo, que surge un problema entre colegas y es necesario ayudarse mutuamente, pero, si no se conocen a fondo, es posible que alguno o algunos duden en ponerse al servicio de los demás.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, vol. 2: Trezire duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Ed. a 2-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 128-129)