Debemos tener un corazón de madre para con los demás
Cuando la gracia está contigo, dejas de ver los defectos de los demás y comienzas a percibir su dolor y a sentir amor por ellos.
“Para mí, la vida de los demás es más valiosa que mi propia vida”. Todo conflicto desaparecerá, cuando comiences a entender esto. La resolución de un problema o malentendido no depende de ninguna organización ni de determinada forma de conducta, sino de la decisión de soportar todo. Cada uno de nosotros debe tener, para con los demás, un corazón de madre. Si cultivamos solamente pensamientos buenos sobre los demás, empezaremos a ver a cada persona como un ser querido. En cambio, si pensamos mal, no sólo nuestro gesto sino que también nuestras energías psíquicas terminarán afectando nuestro relacionamiento con los demás y el completo entorno que nos rodea. Cuando la gracia está contigo, dejas de ver los defectos de los demás y comienzas a percibir su dolor y a sentir amor por ellos.
No es posible amar sin sufrir. Y el más grande dolor es amar hasta el final. Cristo amó tanto al mundo, que se entregó a la muerte en la cruz. Lo mismo hicieron los santos. Ganamos o perdemos el Cielo en la medida en que aceptamos o rechazamos la cruz que Cristo nos ha dejado. La oración por todos es el fruto de un sufrimiento extremadamente profundo y vivo.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie Saharov, Din viață și din Duh, trad. Prof. Ecaterina Volocaru, Editura Pelerinul, Iași, 1997, pp. 18,22,51)