Es útil aprender las ciencias y las artes, pero más importante es aprender a vivir cristianamente. Presten atención a esto que les digo, padres, para no convertirse en los asesinos de los hijos que han traído al mundo. Un papá verdadero no es el que engendra, sino el que sabe criar y educar a sus hijos. El que engendra solamente ofrece vida, pero el cría y enseña correctamente ofrece una vida honesta.

Si debemos honrar ya al padre que nos engendró, con mayor razón debemos honrar al que nos educó correctamente y nos condujo a la fe verdadera, porque el que nos engendró es nuestro padre en esta vida terrenal, pero el que nos llevó a la fe correcta nos hizo nacer, también, para la vida eterna. “El que cumpla con los mandamientos y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos.” (Mateo 5, 19).

Dichoso del padre que ha engendrado hijos tanto para esta vida pasajera como para la vida eterna. Pero, ¡infeliz de aquel que, habiendo traído hijos al mundo, les cierra las puertas a la vida eterna, educándolos erradamente o induciéndolos al pecado! Sería mejor para el hombre no haber nacido, que nacer y caer en la perdición eterna.

(Traducido de: Cum să educăm ortodox copilul: 300 de sfaturi înţelepte pentru părinţi de la sfinţi şi mari duhovnici, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, pp. 63-64)