Palabras de espiritualidad

Del amor sin límites

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Cuando crees profundamente y con toda tu alma, sientes con fuerza la presencia de Dios, como si se tratara de la más lúcida de las realidades. Desde ese momento, nada más importa. Y pones tu mano en la Suya, decidido a ir a donde Él te mande.

Madre, ¿puede decirnos algo sobre el Amor?

—El amor proviene de la Gracia de Dios. Y cada uno de nosotros nace con él, porque somos ciaturas Suyas. Dios es Amor. Pero ¿quién es Dios, exactamente? Es imposible encontrar una respuesta con nuestras simples reflexiones, porque nuestro pensamiento es limitado. Al contrario, el espíritu, el alma, son infinitos. El alma siente a Dios. No lo vemos con nuestros ojos, sino con los del alma. ¿Te acuerdas de la parábola del pobre Lázaro y el rico epulón? Lázaro llegó al seno de Abraham y el rico fue enviado a los tormentos eternos. Desde aquel lugar, este último clamó a Abraham: “Padre, envía a Lázaro a donde mis hermanos, para que les diga cuánto sufro aquí y dejen de cometer iniquidades”. Como podemos ver, este hombre, tan cruel y malvado, amaba a sus hermanos. En otras palabras, si amamos solamente a nuestros amigos, ¿qué recompensa podríamos recibir? Los pecadores aman a los que son pecadores también. Aquí se ve lo esencial que caracteriza al cristiano: debe amar también a quienes están fuera de su círculo más cercano y más querido. Todo hombre debe ser, para él, su hermano. En este inconmensurable Misterio radica el Misterio mismo del cristianismo.

Cuando Abraham le responde, dice: “Ya tienen a Moisés y a los Profetas... no le creerán a nadie, aún tratándose de uno que se levante de entre los muertos”. Precisamente por esta razón es que el Señor le dice al Apóstol Tomás: “¡Dichosos los que han creído sin haber visto!”. ¿Por qué? Porque lo ven de una forma espiritual y mística. Cuando crees profundamente y con toda tu alma, sientes con fuerza la presencia de Dios, como si se tratara de la más lúcida de las realidades. Desde ese momento, nada más importa. Y pones tu mano en la Suya, decidido a ir a donde Él te mande. Muchos te juzgarán, diciendo: “Hoy está aquí, mañana en otra parte”. Pero es mejor ser juzgado por los hombres que por Dios. Y sería terrible si, al escuchar Su voz pidiéndote algo, tú la desprecias para no desagradar a los demás.

En verdad sería terrible... ¿pero cómo alcanzar ese amor?

—Ya te lo he dicho. El amor nos lo da Dios. Él es Amor. El amor que sentimos por los demás proviene de la Fuente, se dirige a ellos y regresa a Él. El Amor no tiene límites. El amor, en verdad, es infinito.

 (extracto de un diálogo con la Madre Gabriela Papaiannis)