Del camino para alcanzar la plenitud espiritual y recibir la Gracia
Hablando de la vida monástica, San Juan Crisóstomo dice que es el camino al que todos tendrían que venir. Pero no todos pueden tomar el camino del monasterio. ¡No pasa nada! Se quedan en su lugar, como un vaso con su propia medida, y alcanzan su plenitud allí donde están.
Hay un vaso pequeño, uno grande y uno muy grande; todos están llenos. El vaso pequeño no se enoja porque en él no cabe lo mismo que en el vaso grande. Lo que le satisface es que está lleno. A su medida, según sus capacidades, el hombre recibe una recompensa, justamente por haber llenado su vaso. Todo esto obra en función de la Gracia, y esta no se le da sino al hombre humilde. Si es sincero y humilde, el hombre está lleno, a su medida. Se siente tan satisfecho, que no se quiebra la cabeza pensando en si hay otro más feliz que él.
Todos nosotros sabemos de San Juan, a quien llamaban “el Apóstol amado por Jesús”. Pero, ¿qué, a los otros Él no los amaba? Los amaba, pero San Juan el Evangelista tenía una aptitud más grande para recibir más amor. Dios tenía que mantenerlo lleno siempre, porque era un vaso grande. Pero Jesús amaba a todos los Apóstoles y todos estaban llenos, a su medida. Así es como deja de justificarse la perversa envidia. Porque se constata que jamás te soportará uno que tenga una vida más débil que la tuya. Y esto es aplicable tanto a los laicos como a los monjes. Hablando de la vida monástica, San Juan Crisóstomo dice que es el camino al que todos tendrían que venir. Pero no todos pueden tomar el camino del monasterio. ¡No pasa nada! Se quedan en su lugar, como un vaso con su propia medida, y alcanzan su plenitud allí donde están. No solamente los monjes se salvan. Claro que respetan la palabra más excelsa, el culmen de toda la Escritura: “¿Quieres ser perfecto?”. Luego, reciben la invitación. Porque los mandamientos son mandatos que te salvan. Son también consejos espirituales, que te invitan mucho más a la perfección. Pero esto no significa que el hombre casado no se salvará. Todo hombre salvo es feliz, es un ángel. Pero también hay distintos aposentos en la morada celestial.
(Traducido de: Arhimandritul Arsenie Papacioc, Cuvânt despre bucuria duhovnicească, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003, pp. 205-206)