Del cuidado debido al hablar, sobre todo con nuestros hijos adolescentes
¡Cada palabra que decimos, una vez pronunciada, no vuelve jamás al lugar de donde salió!
A menudo, las palabras dichas sin pensar, dolorosas e injustas, son percibidas por los adolescentes como una verdad ancestral y desconocida, que recién sale a la luz. Por ejemplo, pensemos en una madre que acotumbra elogiar a su hija, realzando sus dones y virtudes, pero un día le dice repentinamente: “¡Eres una miserable tonta! ¡Siempre lo has sido, desde que naciste!”.
He aquí cómo un exabrupto involuntario, algo súbito y lleno de negatividad, puede borrar como una esponja los frutos de largos años de educación responsable. A partir de ese momento, aunque la madre es esmere en hacer desaparecer su culpa, la hija habrá dejado de percibirse a sí misma como la “princesa” de antes, la “chica de oro de mamá”, para convertirse en una “miserable tonta”. Estamos frente a un desastre espiritual de grandes dimensiones, ¡porque cada palabra que decimos, una vez pronunciada, no vuelve jamás al lugar de donde salió!
(Traducido de: Ecaterina Burmistrova, Enervarea, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu–Vlas, Editura Sophia, București, 2017, p.53)