Del origen de los pensamientos blasfemos
Es mejor despreciar e ignorar los pensamientos licenciosos y blasfemos. Si los despreciamos, el maligno no lo podrá resistir y se irá de nosotros, porque es orgulloso y no puede soportar el desdén.
Los Santos Padres, en general, consideran que los pensamientos blasfemos no son nuestros, sino del enemigo, y que si los rechazamos y nos entristecemos viéndolos venir, es señal de nuestra falta de culpa. De ninguna manera debemos perturbarnos cuando nos aparezcan tales pensamientos. Porque, si nos desconcertamos, el enemigo vendrá a luchar con mayor fuerza contra nosotros; pero, si no les prestamos atención y no los consideramos un pecado, esos pensamientos se desvanecerán.
Entonces, es mejor despreciar e ignorar los pensamientos licenciosos y blasfemos. Si los despreciamos, el maligno no lo podrá resistir y se irá de nosotros, porque es orgulloso y no puede soportar el desdén. Pero, si entramos a discutir con ellos —porque ninguno de esos pensamientos obscenos, las blasfemias y las dudas nos pertenecen a nosotros—, el maligno se hará más fuerte al atacarnos y nos vencerá, nos matará.
(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 152-153)