Palabras de espiritualidad

Del origen de nuestros pensamientos y la obligación de vigilar nuestra mente

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Necesitamos estar atentos, sabiendo que (los demonios) son personas inteligentes y no fuerzas ciegas de la naturaleza o meras “energías negativas” provenientes de quién sabe dónde, y que su poder está en la mente, en la capacidad de sugestión.

Cuando nos esforzamos en hacerle un lugar al Señor en nuestra vida, hasta alcanzar la santidad, nos volvemos conscientes de que la oposición que experimentamos no proviene solamente de nosotros, de nuestro ser sometido a los placeres del pecado. Descubrimos que sentimos una oposición por parte de los espíritus de la oscuridad. Sin ese afán, el hombre difícilmente podría aceptar que los demonios no son simples “metáforas”. Así es como entendemos que necesitamos estar atentos, sabiendo que (los demonios) son personas inteligentes y no fuerzas ciegas de la naturaleza o meras “energías negativas” provenientes de quién sabe dónde, y que su poder está en la mente, en la capacidad de sugestión. Ellos son los autores de muchos de los pensamientos que creemos nuestros.

En este punto, tenemos que ser conscientes de que por medio de nuestra mente pasan y pueden obrar tres clases de pensamientos. Los pensamientos que vienen de Dios, que son extremadamente delicados, creadores, pensamientos de arrepentimiento, de amor, de misericordia… Además, están los pensamientos que provienen de los espíritus oscuros: de destrucción, de odio, de ira, de envidia, de rivalidad, de temor, de deseo… Estos vienen a nuestra mente con fuerza, y son como rayos que traen consigo intranquilidad.

Y también están nuestros propios pensamientos, esos que “engendra” nuestra mente. Porque nuestra mente no contiene pensamientos ya hechos, prefabricados, sino que los genera a cada instante, en función de nuestras vivencias, de lo que piden nuestro ser y quienes nos rodean. Hay una expresión popular: “¡Mira lo que ha alumbrado la mente de este!”. Son palabras que certifican esta verdad teológica, sobre la forma en que pensamos.

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Doamne, unde-i rana?, Editura Doxologia, Iași, 2017, p. 160)