¿Desentenderme de las necesidades y los problemas de los demás?
Es algo paradójico, es el don de Dios, el don de llorar con el que llora y de alegrarte con el que se alegra... ¡No es fácil!
¡Que Dios me libre de desentenderme! Me esmero mucho en que eso no suceda. ¡Algo así haría que mi corazón se hiciera como de piedra! Al contrario, le pido a Dios: “¡Señor, concédeme implicarme más, no desentenderme de los problemas de las demás personas!”. Pero a veces terminas roto de tanto dolor. Cuenta el padre Sofronio, que, cuando vivía en el Santo Monte Athos, un día se hallaba viendo el mar en compañía de San Siluano y otros monjes. Se estaba formando una fuerte tormenta y una pequeña embarcación luchaba por volver de alta mar hacia la orilla. Uno de los monjes dijo: “¡Me duele el corazón por ellos! ¡Cómo se afanan en volver!”. Entonces, San Siluano dijo: “¡Si te duele corazón por ellos, se salvarán!”. Luego, si me duele el corazón por aquel que me busca en su necesidad, hay esperanza. De lo contrario, ni siquiera al orar me acordaré de él. Y no puedo clamar a Dios si no me duele. Y mientras más me duele y más fuerte es el cansancio, mi esperanza, que no es inútil, crece, y creo que Dios obra. Así pues, cuando esas personas se van de mi consultorio, se las confío totalmente a Dios, evitando, eso sí, implicarme sentimentalmente en sus problemas… Es algo paradójico, es el don de Dios, el don de llorar con el que llora y de alegrarte con el que se alegra... ¡No es fácil! Sin oración nos quedamos a merced de nuestros estados espirituales y nos reducimos a juzgar al otro, quedándonos estacionados en la impaciencia y en una prédica vacía… No es fácil, insisto. Pero todo es posible con Dios y Él es misericordioso con nuestros límites y defectos.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Meşteşugul bucuriei vol.2, Editura Doxologia, Iaşi, 2009, p. 128)