¡Despertemos nuestra alma!
¿Qué estado espiritual da luz a la oración, la obediencia, el sacrificio, la humildad y la defensa de la fe? ¿Cuál es esa característica que nos hace vivos en verdad y a la que debemos estar siempre atentos, cual si se tratara de un tesoro? La agudeza del alma es fundamental en nuestro obrar espiritual. Mantengamos nuestra alma atenta y limpiemos el jardín de nuestro ser de la maleza de la banalidad, la rutina y la pereza.
Los Santos Padres dicen que tanto la vida familiar como la vida monástica deben tener como fuente la Divina Liturgia, que nos ofrece el Cuerpo y la Sangre del Señor. El sacerdote, estando de rodillas, ora para que la comunión con los Santos Misterios le sirva a los fieles “para la agudeza del alma, el perdón de los pecados, la comunión con el Espíritu Santo y el valor ante Ti, pero que no les sea de juicio o condena.”.
Dirigiéndose a un grupo de monjas, el Metropolitano Teófano decía que la agudeza de alma es lo más importante en la vida del hombre. Si la tienes, tienes también oración, obediencia, sacrificio, humildad y defensa de la fe. El letargo o el adormecimiento del alma traen consigo todo mal.
No nos conformemos con el estado en que nos hallamos. Al contrario, que cada uno vea su propia imperfección y se dirija a Aquel que todo lo hace perfecto. No seremos juzgados de acuerdo a lo que hayamos realizado, sino de acuerdo a nuestro esfuerzo, a nuestra capacidad para levantarnos después de cada caída, comenzando una vez más desde cero. Y si el momento final nos hallara en el afán de levantarnos, Dios verá nuestra perseverancia como la del trabajador de la undécima hora y talvez nos dé lo mismo que a los que se esfuerzan desde el primer momento.
Fuente: http://www.doxologia.ro/viata-bisericii/reflectii/sa-ne-trezim-sufletul