Diez pasos hacia la felicidad. Lecciones de vida
Dichoso el que, iluminándose los ojos del corazón, ve siempre al Señor en él, porque recibirá alivio ante las pasiones y pensamientos malignos.
Dichoso el que, iluminándose los ojos del corazón, ve siempre al Señor en él, porque recibirá alivio ante las pasiones y pensamientos malignos.
Dichoso el que ama las palabras bellas y buenas, mientras odia las que son vergonzosas y dañinas, porque no caerá en la esclavitud del astuto.
Dichoso el que instruye a su semejante con temor de Dios y no engaña su alma, temiendo en todo momento el severo bastón del Magno Pastor.
Dichoso el que obedece a su semejante así como le agrada a Dios y es paciente —con agradecimiento— en medio de las aflicciones, porque será coronado, haciéndose testigo del Señor.
Dichoso el que ama la sobriedad en su justa medida, porque no será sometido a condena por los deseos de su vientre, cual amante de los placeres, porque será enaltecido en el Señor
Dichoso el que no se embriaga con vino, sino que es feliz pensando en el Señor, en Quien están las alegrías de todos los Santos.
Dichoso el que administra sus bienes así como le agrada a Dios, porque no será castigado por ser avaricioso y despiadado con su semejante.
Dichoso el que está atento en la oración, al leer la palabra de Dios y en las buenas obras, porque se iluminará y no dormirá en la muerte.
Dichoso el que se hace una maravillosa red espiritual, pescando muchos para el Buen Soberano, porque el Señor lo encomiará de gran manera.
Dichoso el que se convierte en excepcional ejemplo para su prójimo, sin herir la conciencia de sus semejantes con actos indignos, porque será bendecido por el Señor.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Psaltire sau cugetări evlavioase și rugăciuni scoase din facerile Sfântului Efrem Sirul și așezate după rânduiala Psalmilor lui David, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, pp. 82-83)