Dios es quien obra milagros, no los hombres
En la Iglesia Ortodoxa, todos los milagros que obra algún justo de Dios son atribuidos a Él, no al hombre. También en nuestros días ocurren muchos milagros de sanación y de protección ante las tentaciones, con la ayuda de la oración.
Mientras más grandes y admirables han sido los actos de un santo, más este se ha humillado y acusado a sí mismo ante Dios, consciente de que esas cosas no las hacía él, sino Dios por medio suyo. Ciertamente, el santo reconoce que Dios es el sujeto en él, en tanto que él mismo no es sino un instrumento del Señor, un instrumento de su estremecedor y todopoderoso Creador. Veamos el ejemplo de Pablo. Está escrito: “Y Dios obraba milagros que no eran insignificantes, por medio de las manos de Pablo”. Hubo incluso enfermos que sanaron, al ponerlos en contacto con algún lienzo con el que San Pablo se había secado el sudor. Pero él mismo insistía que era el más pecador de todos los pecadores.
En la Iglesia Ortodoxa, todos los milagros que obra algún justo de Dios son atribuidos a Él, no al hombre. También en nuestros días ocurren muchos milagros de sanación y de protección ante las tentaciones, con la ayuda de la oración. Y, a semejanza de los Apóstoles de antaño, le atribuimos esos milagros a Dios, no al hombre. Y esta es precisamente la artimaña de los herejes que rechazan los milagros, como, por ejemplo, sanar a un enfermo con el auxilio de la oración, o hacer que llueva, o alejar un peligro inminente. Tampoco nosotros creemos que sea el hombre quien obra esos prodigios, pero sí creemos que Dios Todopoderoso los puede obrar a través del hombre. El problema es que los herejes no pueden entender lo que es importante en el Evangelio, es decir, que Dios puede morar en el hombre y actuar como sujeto en él.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Suta de capete de la Liubostinia, Editura Sophia, 2009, p. 33)