Dios nos dejó todo para que pudiéramos vivir dignamente
No estoy diciendo que el hombre tenga que vivir en pobreza, porque lo que le corresponde es vivir con dignidad, tal como lo pensó Dios.
Dios nos dejó de todo en este mundo, y en abundancia, de manera que el alimento, los recursos naturales, la belleza y las condiciones de vida fueran las mejores y las mismas para todos. A cada uno le correspondía tomar solamente lo necesario, para no sobrecargarse inútilmente. El animal salvaje no come más de lo que necesita, porque hay algo en su interior que lo delimita biológicamente. Por ejemplo, si el lobo comiera más de lo debido, se engordaría y los demás animales del bosque dejarían de temerle y correrían a devorarlo. Lo mismo ocurre con el hombre: si se sobrecarga, no podrá seguir el paso de sus acompañantes en el camino a la salvación. No estoy diciendo que el hombre tenga que vivir en pobreza, porque lo que le corresponde es vivir con dignidad, tal como lo pensó Dios. Él dejó de todo para alcanzar ese propósito, por eso fue que nos dejó al alcance las frutas y todo lo que podemos encontrar en el jardín del Paraíso.
(Traducido de: Adrian Alui Gheorghe, Cu părintele Iustin Pârvu despre moarte, jertfă și iubire, Editura Conta, Piatra Neamț, 2006, p. 166)