Dios quiere que seamos Sus hijos, no Sus esclavos
Dios no quiere que seamos Sus esclavos, Sus subordinados, porque Él defiende como nadie la dignidad del hombre.
Otra cosa que he aprendido es que Dios no quiere que seamos Sus esclavos, Sus subordinados, porque Él defiende como nadie la dignidad del hombre. Dios rehúsa aceptarnos como esclavos Suyos. No permite que renunciamos a nuestra dignidad de ser.
Acordémonos de la “Parábola del hijo pródigo”. En semejante estado de humillación, el hijo pródigo está listo para reconocer que ya no es digno de ser llamado “hijo”, y, en sus ansias de ser recibido de nuevo en el seno de la familia que antes abandonó, se muestra dispuesto a ser aceptado incluso como un sirviente más. Con todo, cuando está por confesarle todo a su padre, este solamente le deja decir: “No soy digno de llamarme hijo Tuyo” (Lucas 15, 19) y después lo interrumpe, porque su hijo puede ser un hijo indigno, sí, pero no un siervo digno.
La calidad de hijo es un don que no se puede perder, aunque nosotros lo mancillemos. Esta perspectiva de un Dios que respeta la dignidad humana, que la defiende y que no acepta tener una relación degradada con el hombre, desde siempre me ha llenado de admiración y respeto, pero también de un incipiente amor hacia Él.
(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Făcând din viață rugăciune, Editura Sofia, p. 38-39)