El absoluto respeto de Dios hacia la libertad del hombre
Dios prefirió cambiar Sus planes, en lo que respecta al hombre, antes que quitarle el principal elemento de su personalidad: la libertad.
Si Dios hubiera impedido el pecado de nuestros ancestros, habría intervenido y habría terminado con la libertad del hombre, misma que Él le concedió como carisma. Si le hubiera quitado la libertad, el comportamiento y la salvación del hombre habrían adquirido un cariz coercitivo. El hombre habría perdido su personalidad y se habría convertido en un ser sin voluntad. Dios prefirió cambiar Sus planes, en lo que respecta al hombre, antes que quitarle el principal elemento de su personalidad: la libertad.
Un segundo elemento, igual de beneficioso para el hombre, que fue agregado por parte de Dios, es su enmienda frente al mal y la envidia del demonio. El demonio creía que, engañando al hombre, impediría el plan divino y destruiría la imagen divina del hombre, con tal de vengarse de Dios y privar al hombre de su sitial de honor. Así pues, Dios no le impidió al demonio que pusiera en práctica la maldad, para poder derrotarlo totalmente con la futura encarnación de Dios Mismo. De esta forma, el hombre, considerado la víctima de la maldad diabólica, habría de ser alzado a un nivel “por encima de todo principado, potestad, autoridad, señorío y de todo lo que hay en este mundo” (Efesios 1, 21), tanto en el presente como en la eternidad. En consecuencia, si Dios hubiera impedido la caída del hombre, lo habría privado de ese sitio de honor que heredó ahora con su unión hipostática con Dios Mismo, con la Encarnación del Verbo.
(Traducido de: Gheron Iosif Vatopedinul, Dialoguri la Athos, traducere din limba greacă și note de Nicușor Deciu, Editura Doxologia, Colecția Călăuze duhovnicești, Iași, 2012, pp. 15-16)