El alimento del alma
El pan y el agua de nuestra alma aún vienen de arriba, del cielo, porque siguen siendo el alimento de los que avanzan a la salvación.
Nuestra vida es semejante a un viaje que por momentos debe atravesar el desierto. Realmente, este mundo es, a veces, un desierto enorme para nuestra alma, porque no existe en él algo que pueda alimentarla. Para alimentar nuestra alma, para saciar su hambre y su sed, debemos pedir —como los israelitas—, pan y agua celestial. El pan y el agua de nuestra alma aún vienen de arriba, del cielo, porque siguen siendo el alimento de los que avanzan a la salvación.
¿Sabes lo que significa esto? Mira de qué bella forma lo dice Jesucristo: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed.” (Juan 6, 35, 51). “El que tenga sed, que venga a mí, y que beba el que cree en mí. De él saldrán ríos de agua viva” (Juan 7, 37-38). Este es hoy el “maná” de los que avanzan hacia la patria celestial. Sin este maná, “que viene de arriba”, no podemos caminar a la salvación.
(Traducido de: Preot Iosif Trifa, Citiri și tâlcuiri din Biblie, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 2010, p. 43)