El alma del difunto siente las oraciones que se hacen por él
Lo necesitan mucho, sobre todo durante esos cuarenta días que siguen al deceso, cuando su alma parte hacia las moradas eternas.
Si deseamos demostrar el amor que sentimos por nuestros difuntos, la mejor manera de hacerlo es orando por ellos y, además, llevando sus nombres para que sean recordados en la Divina Liturgia, cuando las partículas de la prósfora son extraídas en memoria de vivos y muertos, para ser luego mezcladas en el Santo Cáliz, con las palabras: “Señor, por Tu preciosa sangre y las oraciones de Tus santos, lava los pecados de quienes aquí hemos conmemorado”. No podemos hacer nada mejor ni más importante, con relación a nuestros difuntos, que orar por ellos, haciéndolos mencionar en la Liturgia. Lo necesitan mucho, sobre todo durante esos cuarenta días que siguen al deceso, cuando su alma parte hacia las moradas eternas. Su cuerpo ya no siente nada, ya no puede ver a quienes le rodean, ya no puede sentir el olor de las flores ni escuchar la prédica de sus funerales. Pero su alma sí que siente las oraciones que se hacen por él y las agradece, permaneciendo, espiritualmente, al lado de quienes las elevan en su memoria.
(Traducido de: Ieromonah Serafim Rose, Sufletul după moarte, Iaşi, 2006, p. 230)