El alma frente al espejo de la fe
El verdadero creyente no desfallece ante las pruebas de la vida y no le teme ni a la muerte.
Una fe poderosa es don del Espíritu Santo. Este don es participado abundantemente a aquellos que tienen un corazón libre de pasiones. El hombre que verdaderamente cree en Dios, vive como un ángel ya desde este mundo: ayuna, se refrena, vela, ora, jamás acusa al otro y perdona de corazón a sus enemigos, porque los ama.
El hombre que cree firmemente en Dios siente, a cada paso de su vida, la presencia de Cristo, lo cual llena su alma de un gozo indescriptible. Por el contrario, el hombre de poca fe se lamenta todo el tiempo, sufre por las cosas del mundo, murmura con facilidad, se turba, se llena de agitación y desasosiego. El verdadero creyente no desfallece ante las pruebas de la vida y no le teme ni a la muerte.
(Traducido de: Arhimandritul Athanasie, Egumenul Sfintei Mănăstiri Stavrovouni, Lumină lină și tainică în negura zilelor noastre. Starețul Gherman Stavrovouniotul, traducere de Mircea Ștefan, Editura Doxologia, Iași, 2016, p. 107)