Palabras de espiritualidad

El alma portadora de Dios deja atrás todas las amarguras y pecados de la vida

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

La inefable luz del Espíritu Santo habita en el hombre, y Este, actuando y hablando, hace de Dios una realidad palpable en nuestra alma. 

He leído, de los textos de San Macario —y seguiré con este tema—, sobre lo que significa la representación de la imagen de Dios y la iluminación de la existencia humana por las energías divinas. He explicado que la inefable luz del Espíritu Santo habita en el hombre, y que Este, actuando y hablando, hace de Dios una realidad palpable en nuestra alma. San Macario nos explica cómo el cuerpo toma vida del alma y cómo el espíritu da vida al alma, y así es como el cuerpo vive orgánicamente por el alma, y el alma vive en Dios por medio del Espíritu; de esta forma, el hombre entero es un portador de Dios (theophoros anthropos). Aquel que se halla bajo la acción del fuego celestial, es decir, del Espíritu Santo, deja de ser un hombre portador de pasiones y demonios. Tal como el hierro se enciende y se ilumina cuando lo calentamos en un horno, el hombre entero deviene en dios-hombre, deviene en Dios. Y el Espíritu Santo lo alza con Sus alas y lo lleva a una excelsa altura, en donde ni el demonio, ni los pensamientos, ni las tentaciones pueden ensuciarlo con sus perversidades, con los pecados y con las infernales maldades que inventa el astuto enemigo.

De este modo, el alma portadora de Dios, portadora del Espíritu, este nuevo Isarel, se vuelve algo más elevado que el viejo Israel que, teniendo a Dios haciendo milagros con él, logró solamente caminar por el fondo del mar o del mal, en tanto que nosotros avanzamos sobre todas las amarguras y pecados de la vida. “Camina sobre el agua de la amargura de las fuerzas malignas”, sobre la amargura del pecado. “Porque su cuerpo y su alma se hizo casa de Dios”, y estos tres: cuerpo, alma y espíritu conforman el hombre integral y unitario.

(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonopetritul, Viața în Duh – cateheze și cuvântări, Editura Deisis, Sibiu 2011, p.132)