El amor
Ha sido concedido a todos, y Dios no nos ordena nada imposible. Sin embargo, al ver cuánta maldad hay en el mundo y a nuestro alrededor, debemos entender que ésto es posible porque “se ha enfriado” en muchos la capacidad de amar.
Sorprendiendo la belleza de la imagen, se percibe también su creación en semejanza, que es la belleza divina. De ahí la actitud inexplicable, para los otros, del que ama. Éste no ve carencias ni imperfecciones en la persona amada, porque está sorprendido por la belleza de la imagen divina en la persona y se maravilla todavía más de la sublimidad realizable de la imagen en semejanza. Porque “sólo el que ama ve al que ama así como es en realidad” (Padre Dumitru Staniloae “Filocalia” VIII, 197).
¿Quién odia el pecado más que los santos? Y, sin embargo, los santos no ven los pecados de los otros. Y no es que no los vean porque no quieren verlos, sino porque no los pueden ver debido a su amor. Ellos ven en la persona humana un misterio tan profundo y tan maravilloso, que intuyen en ella posibilidades de superar cualquier estado de pecado. Y estas posibilidades se actualizan solamente por medio de la fuerza del amor (Ibidem vol. IX, 545). Por eso, afirma también San Isaac el Sirio, con tu amor al otro “siembras en él la semilla de la virtud”. El amor asombra lo que ha sido dado virtualmente al hombre, sus posibilidades únicas de transformarse y le ayuda a cambiar en realidad.
Imaginémonos ahora lo siguiente, que no es ni utópico, ni irrealizable: imaginemos que los cristianos observaran seriamente y se esforzaran con sinceridad y con todas sus fuerzas en cumplir el mandamiento más santo del Señor Jesucristo: “Les ordeno que se amen unos a otros, así como Yo les he amado”. ¡Qué estupendo cambio sucedería en la sociedad! Porque si todos amáramos a alguien, sería casi imposible que éste guardara en sí mismo algo de maldad y, así, todos se volverían buenos. Esto es algo absolutamente realizable, digo yo, porque el mandamiento evangélico del amor nos fue dado a todos y Dios no nos ordena nada imposible. Sin embargo, al ver cuánta maldad hay en el mundo y a nuestro alrededor, debemos saber que es porque “se ha enfriado” en muchos la capacidad de amar, porque en el estado de maldad de cada uno está implicada la falta de amor de los demás. (Padre Dumitru Stăniloae).
(Traducido de: Ieromonah Petroniu Tănase, Chemarea Sfintei Ortodoxii, Editura Bizantină, București, 2006, pp. 86-88)