Palabras de espiritualidad

El amor de San Martín a los pobres

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Martín, aunque aún no has recibido Mi bautizo, con tus ropas me vestiste; por eso, también Yo te vestiré con gloria en todo el mundo y después te voy a dar el Reino de los Cielos.”

San Martín tenía veinte años y aún no había recibido el Santo Bautizo. Y tenía una forma de vida tan especial, que no guardaba nada para sí, sino que todo lo compartía con los pobres. Por eso, llegó el momento en el que ya no le quedaba nada, solamente el abrigo que portaba para cubrirse y un cuchillo en el bolsillo. Era aquel un invierno gélido, y Martín no tenía más ropas que aquel gabán. Caminando, se encontró con un mendigo que pedía limosna a las puertas de la ciudad, aunque nadie se detenía a darle algo. Molesto al ver cómo aquel indigente era ignorado, y no teniendo nada más que darle, tomó el cuchillo y cortó su abrigo en dos, dándole una mitad al mendigo y quedándose la otra para mal cubrirse a sí mismo. Y muchos de los que lo veían vestido así por las calles, de él reían.

Esa noche, acostóse Martín temblando de frío. En seguida se quedó dormido y, en sueños, vió cómo venía hacia él Nuestro Señor Jesucristo, rodeado de una multitud de ángeles y vestido con aquella mitad de abrigo que horas antes le había dado a un mendigo. Entonces, el Redentor le dijo, “Martín, aunque aún no has recibido Mi bautizo, con tus ropas me vestiste; por eso, también Yo te vestiré con gloria en todo el mundo y después te voy a dar el Reino de los Cielos.” Así, al levantarse, Martín se dirigió inmediatamente a buscar la manera de ser bautizado, como efectivamente sucedió, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y tan generoso se hizo con los pobres, que en todos los rincones de la tierra ha llegado a conocerse su piadosa vida. Vivió en Galia y llegó a ser obispo de Tours, aproximadamente en el año 400, siendo apodado “la gloria de Galia”. Y, llevando una vida agradable a Dios y hasta realizando milagros, a los ochenta años partió hacia el Señor. ¡Gloria sea dada a nuestro Dios!

(Traducido de: Proloagele, volumul 1, Editura Bunavestire, p. 505)



 

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