Palabras de espiritualidad

El amor es tan fuerte como la muerte

  • Foto: Doxologia

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En la muerte hay una fuerza vital que también nos alcanza a nosotros.

Hay dos aspectos muy importantes a tener en cuenta, en lo que respecta a nuestra relación con la muerte. Cuando alguien muere, nuestro corazón verdaderamente pareciera desgarrarse. Podemos constatar, con terror, que el pecado es lo que mató a ese ser amado. Podemos rechazar ver en la muerte la última palabra, el último suceso de la vida. Tenemos razones para llorar a esa persona que nos ha dejado, porque la muerte no debería existir. El mal fue lo que mató al ser humano. Y, por otra parte, podemos alegrarnos por dicha persona, sabedores de que ha empezado una vida nueva, libre de toda atadura.

Y, otra vez, podemos llorar por el dolor de la separación, podemos quejarnos por nuestra soledad, pero al mismo tiempo debemos aprender lo que previó y prescribió el Antiguo Testamento, cuando dijo: “El amor es tan fuerte como la muerte” (Cantar 8, 6), el amor que no permite que el recuerdo del ser amado se borre, el amor que no deja que hablemos en tiempo pasado de nuestra relación aquella persona: “Le amaba tanto... Nos sentíamos tan cerca el uno del otro”, sino que se expresa en tiempo presente: “Le amo, le quiero, nos sentimos tan cerca el uno del otro”.

Así que en la muerte hay una complejidad, una dualidad. Y si somos el pueblo de Cristo, no tenemos derecho a soslayar el nacimiento a la eternidad de aquel que nos ha dejado, al sentirnos tan fuertemente golpeados por su pérdida y por nuestra terrenal soledad. En la muerte hay una fuerza vital que también nos alcanza a nosotros. Si nuestro amor es firme, si somos capaces de recordarlos (a nuestros seres queridos) no solamente con la mente, sino también con el corazón, cuando mueran nos hallaremos, de cierta forma, ya en la eternidad, allí en donde ellos empiezan a morar, redordando la palabra de Cristo, que nos dice que en donde tu tesoro, allí también está tu corazón (Mateo 6, 21).

Si les somos fieles en nuestro corazón, es que seguimos a su lado. Si su vida significó algo para nosotros, si su vida fue para nosotros un ejemplo o una advertencia, podremos vivir no en separación, sino en una comunión ininterrumpida con ellos, también para su redención y encomio.

(Traducido de: Mitropolitul Antonie al Surojului, Viața, boala, moartea, Editura Sfântul Siluan, p. 89-91)