El amor no se aprende con el televisor
Creyendo que el amor se reduce a un simple cuento sentimental, sellado con la relación sexual, la distracción y el placer, el joven termina desilusionándose con la otra persona y consigo mismo. De hecho, este es el enorme drama entre las pretensiones o derechos que la televisión enseña a reivindicar, y las capacidades mentales, la disponibilidad emocional y afectiva que la misma televisión le ha modelado.
Egoísta e individualista, guiado tan sólo por sus propios intereses y placeres, el joven que ha crecido frente a la pequeña pantalla es incapaz de desenvolverse por sí mismo en la vida.
En lo que respecta a las relaciones amorosas, las cosas tienen peor aspecto. A pesar de gastar gran parte de su juventud tratando de entender este problema, (el joven) no sabe absolutamente nada de lo que significa el verdadero amor, prácticamente no sabe amar, porque no ha aprendido a ser paciente, a perdonar, a sacrificarse, a compadecerse del otro, asumiendo sus debilidades, y apoyándolo. Creyendo que el amor se reduce a un simple cuento sentimental, sellado con la relación sexual, la distracción y el placer, el joven termina desilusionándose con la otra persona y consigo mismo. De hecho, este es el enorme drama entre las pretensiones o derechos que la televisión le enseña a reivindicar, y las capacidades mentales, junto la disponibilidad emocional y afectiva que la misma televisión le ha modelado.
(Traducido de: Virgiliu Gheorghe, Efectele televiziunii asupra minții umane, Editura Evanghelismos, București, 2005, p. 401)