El amor puro es intocable para el pecado
Los ojos del amor santo son como los del águila, como los de un luminoso querubín: ante ellos no se puede esconder ni el más ínfimo movimiento de pecado.
El amor que estima a todos por igual, según la medida de su devoción, es ecuánime con todos, porque está en Cristo y ama a Cristo en todos. Algunas vasijas contienen más de este tesoro espiritual, otras, menos. ¡Pero el tesoro es exactamente el mismo!
Donde está Cristo, ahí no hay ni envidia ni celos… “El amor no piensa mal” (I Corintios 13, 5). Lo que hay es sosiego, buenos pensamientos, perseverancia y una paz llena de santidad. El amor unido a los celos es terrenal, carnal, impuro. Los ojos del amor santo son como los del águila, como los de un luminoso querubín: ante ellos no se puede esconder ni el más ínfimo movimiento de pecado. El amor mismo es intocable para el pecado, que todo el tiempo se arrastra sobre la inmundicia; el amor verdadero vive en el Cielo. y eleva hasta esas altras la mente y el corazón que se han hecho partícipes del amor divino.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, De la întristarea inimii la mângâierea lui Dumnezeu, Editura Sophia, 2012, p. 190)