En la primera juventud, cuando el primer enamoramiento tiene lugar, las personas se dejan dominar por los sentimientos y les parece que la felicidad consiste precisamente en ese torrente de emociones. No es cierto. La verdadera felicidad viene como resultado de experimentar juntos diversos estados, de la fidelidad, de superar juntos cualquier obstáculo, del esfuerzo mismo de amar. Un amor así es significativamente más profundo, más sólido, y representa muchísimo más que aquel vendaval de emociones.

El amor significa también un esfuerzo, una responsabilidad recíproca, es el intento de cambiar para bien junto con la persona amada; es, en pocas palabras, un descubrimiento recíproco, un conocimiento recíproco.

(Traducido de: Dmitrii Semenik, Dragostea adevărată: taina dragostei înainte și după căsătorie, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2012, p. 85)