El amor verdadero es ese que no nos aleja de los demás
El soberbio se aleja de los demás, así como lo hacía el fariseo de la parábola evangélica, diciendo, “¡Señor, te agradezco porque no soy como los otros!”.
El amor no se envanece, es decir, no se aleja de esos a quienes ama, sea por causa de la envidia o de los elogios recibidos. No se aleja ni por orgullo, que es también una forma de aislarse de los demás. El soberbio se aleja de los demás, así como lo hacía el fariseo de la parábola evangélica, diciendo, “¡Señor, te agradezco porque no soy como los otros!”. Se creía un privilegiado, alguien especial, porque luego se referiría a los demás, de esta forma: “ladrones, viles, adúlteros...”, agradeciéndole al Señor no ser como el publicano que se hallaba junto a él; éste, al contrario, absorto en su profunda contrición, se golpeaba el pecho y pedía efusivamente perdón por sus pecados. El fariseo despreciaba a aquel publicano, precisamente porque era orgulloso y soberbio. Pero el amor “no se envanece, no es soberbio”.
(Traducido de: Arhimandrit Teofil Părăian, Iubirea de aproapele – ajutor pentru bucuria vieții, Editura Doxologia, Iași, 2014, pp. 13-14)