El arrepentimiento verdadero y la humildad
Mientras más nos humillamos en nuestro arrepentimiento, más rápidamente nuestra oración alcanza a Dios.
Mientras más nos humillamos en nuestro arrepentimiento, más rápidamente nuestra oración alcanza a Dios. Sin embargo, si perdemos la humildad, ninguna clase de acción virtuosa podría ayudarnos. Ciertamente, el orgullo, el gusto por juzgar a los demás y la enemistad hacia nuestros semejantes nos arrojan lejos de Dios.
Ante Dios debemos venir como si fuéramos los peores pecadores del mundo, acusándonos con sinceridad por todas nuestras faltas. No hay que imaginarse nada, porque no buscamos más que perdón y misericordia. Este debe ser nuestro permanente estado interior.
Le pedimos a Dios que nos ayude para no entristecer al Espíritu Santo con nuestras vilezas y a no provocarle ningún mal a nuestro semejante. Le pedimos alcanzar el verdadero sentido de los mandamientos de Cristo y vivir en corcondancia con ellos. Para esto es que llamamos a Dios, así:
“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros y de Tu mundo”. Y Él nos escucha y la salvación nos es enviada: “Aquel que llame el nombre del Señor será salvo” (Joel 3, 5).
(Traducido de: Arhimandrit Sofronie, Despre rugăciune, Mănăstirea Lainici, 1998, p.145)