Palabras de espiritualidad

El auxilio de San Macario salvó a una viuda y sus hijos

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

“Nada de esto ocurrió por mérito mío, porque yo no soy nada, sino que Dios se apiadó de esta viuda y sus hijos, y obró lo que ustedes acaban de ver”

Decía el Avva Sisoes:

Cuando vivía en la skete con Macario, subimos siete (monjes) a segar con él. Y vimos que, detrás de nosotros, venía una viuda recogiendo las espigas que caían, sin dejar de llorar. Entonces, al abbá Macario llamó al dueño del terreno y le preguntó:

—¿Qué le pasa a esta mujer, que todo el tiempo está llorando?

Y el otro le respondió:

—Su esposo recibió prestado un poco de dinero de otra persona, pero murió repentinamente y nunca le dijo a la mujer en dónde puso ese dinero para poderlo devolver. Y ahora el dueño de ese dinero quiere llevársela a ella y a sus hijos como esclavos.

Entonces, el anciano ordenó:

—Dile que venga, porque quiero hablar con ella.

Cuando vino la mujer, el anciano le dijo:

—¿Por qué lloras tanto?

Ella dijo:

—Mi esposo murió sin decirme dónde dejó un dinero que debía devolver.

El anciano le dijo:

—¡Por favor, enséñame dónde está enterrado tu esposo!

Y, acompañado de los demás monjes, el anciano partió con la mujer hacia el cementerio. Al llegar, el abbá le pidió:

—¡Vete a tu casa!

 Y los monjes empezaron a orar. En un momento dado, el anciano le dijo al difunto:

—¿En dónde pusiste ese bien ajeno que tenías que devolver?

Y el muerto, respondiendo desde el sepulcro, dijo:

—Está escondido en mi casa, debajo de la pata de la cama.

Y el anciano le ordenó:

—¡Duerme nuevamente, hasta el Día de la Resurrección!

Viendo esto, los monjes cayeron de rodillas ante el anciano Macario, llenos de estramecimiento. Entonces, él les dijo:

—Nada de esto ocurrió por mérito mío, porque yo no soy nada, sino que Dios se apiadó de esta viuda y sus hijos, y obró lo que ustedes acaban de ver. Pero esto es lo grandioso, porque Dios quiere un alma sin pecado, y todo lo que esta le pida, lo recibirá.

Y, volviendo al pueblo a buscar a la mujer, le dijo en dónde estaba escondido el dinero. Esta lo devolvió inmediatamente a su dueño, quedando libre, junto con sus hijos, de toda deuda. Y todos los que vieron esto glorificaron a Dios.

(Traducido de: Patericul, ediția a IV-a, revizuită, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2004, pp. 140-141)