El auxilio de un santo, que vino después de hacerle una promesa
Mientras tuve fuerzas, leí el Acatisto a San Nectario, y su auxilio no tardó en venir. ¡Gloria a Dios, Quien obra verdaderos milagros por medio de Sus Santos! ¡Gracias, San Nectario, por estar siempre a nuestro lado!
«Quiero dar testimonio de las bendiciones de San Nectario en nuestra vida. Desde hace muchísimo tiempo, con mi esposo queríamos tener un hijo, pero no había manera de que yo quedara encinta. Así, un día, cuando tuve que ir a la capital para asistir a unos cursos de mi especialidad, aproveché para visitar el Monasterio Radu Vodă —en donde están sus reliquias— y pedirle su auxilio. Esta breve “peregrinación” me acercó mucho más a San Nectario. Pocos días después, fui a ver a mi médico, quien, luego de examinarme, me dijo que mi estado de salud era óptimo, pero me pidió que no hiciera un objetivo de vida el quedarme embarazada y que dejara de pensar en ello con tanta insistencia.
Entonces, con mi esposo, quien es sacerdote, le hicimos una promesa a San Nectario: construir un altar con una cruz en algún camino y ofrecer un banquete para los fieles presentes en el día de su conmemoración. El primer banquete tuvo lugar en el mes de noviembre de 2014, y al mes siguiente me enteré de que estaba embarazada. ¡Qué felices nos sentimos cuando el doctor nos dio la noticia! ¡Qué raudo viene el auxilio de San Nectario! Esa misma ayuda la sentí cuando nació nuestro primer hijo, y también cuando nació el segundo, cuando el médico me dijo que, si pesaba 100 gramos más, no podría dar a luz con parto natural.
Con nuestro segundo hijo, según la ecografía que me hicieron, el peso era de 3 500 gramos, con un margen de error de +/- 300 gramos. El médico era escéptico, pero aún tenía que pasar la prueba del parto… Cuando comenzaron las contracciones y mi esposo me llevó al hospital, me hicieron una nueva ecografía … el peso del bebé era de un poco más de 3 400 gramos. Pero ¿qué fue lo que pasó? ¡Que pude dar a luz sin necesidad de que me practicaran una cesárea! Posteriormente, los médicos examinaron la ecografía, la cual indicaba un peso mucho más grande que el normal. Durante el parto, mientras tuve fuerzas, leí el Acatisto a San Nectario, y su auxilio no tardó en venir. ¡Gloria a Dios, Quien obra verdaderos milagros por medio de Sus Santos! ¡Gracias, San Nectario, por estar siempre a nuestro lado!».