El ayuno y la caridad son las alas que elevan las oraciones al Cielo
Cuando ores, busca la paz, si quieres que venga la humildad. Así, trata de estar solo, en un lugar y en un momento en el que nada te turbe ni otros te hablen, para que toda tu mente se dirija a Dios.
Si quieres que tu oración se eleve como el incienso y llegue a oídos del Señor Jesucristo, debes ponerle dos alas: el ayuno y la caridad, para que también tú puedas volar más fácilmente con ellas.
El ayuno agudiza la mente y aligera el cuerpo, fortaleciendo la oración. A su vez, la oración facilita el ayuno y la compunción de corazón, porque, mientras más oras, más humilde te haces, llegando hasta las lágrimas.
Esfuérzate como puedas, para que nunca termines tu oración sin lágrimas y compunción de corazón. Sólo entonces experimentarás un dulcísimo consuelo espiritual. Mientras más avances en la oración con llanto, más te irás olvidando de la alimentación del cuerpo, de acuerdo a lo que dice David: “He olvidado comer el pan, con lágrimas humedeceré mi lecho”.
Cuando ores, busca la paz, si quieres que venga la humildad. Así, trata de estar solo, en un lugar y en un momento en el que nada te turbe ni otros te hablen, para que toda tu mente se dirija a Dios. Esto se hará, sobre todo, de noche, cuando hay paz por doquier. Y cuando hayas orado suficientemente, guardando todo lo que te he dicho, acércate con temor y fe a la Santa Eucaristía.
(Traducido de: Agapie Criteanul, Mântuirea păcătoșilor, Editura Egumenița, 2009, pp. 362-363)