Palabras de espiritualidad

El camino de sanación en la familia post-moderna

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

La familia cristiana debe orar junta, cantar junta, leer textos religiosos junta. No puede expresarse en palabras la importancia de la vida espiritual en el círculo familiar.

Lo primero que debe reencontrar la familia post-moderna es la dulzura de la oración hecha todos juntos y la oración colectiva, en la iglesia. Algunos minutos de oración por la mañana y por la noche, asistir a la iglesia el domingo, todos, sería muy sano. La familia cristiana debe orar junta, cantar junta, leer textos religiosos junta. No puede expresarse en palabras la importancia de la vida espiritual en el círculo familiar. Los frutos de tal forma de vida son: el sentimiento de paz y de seguridad, la perseverancia, el sano juicio, la armonía y la madurez espiritual.

El segundo aspecto, igual de importante, es reencontrar la alegría de comer todos juntos. Los horarios tan pesados y la ominipresente prisa han conseguido desnaturalizar, casi totalmente, esa forma de comunión. Los esposos regresan del trabajo a diferente hora y comen separados. Los hijos regresan de la escuela y comen cuando les da la gana. Es cierto que existen situaciones objetivas, cuando las personas comen de forma separada, pero si esta práctica se hace norma, el daño espiritual es inmenso.

El tercer aspecto que la familia cristiana debe redescubrir, es cómo pasar el tiempo libre juntos. Aunque en nuestra sociedad la diversión es una práctica abusiva, la distracción también debe tener su espacio en la vida de familia. Es bueno que los miembros de la familia rían juntos, jueguen juntos, hagan paseos y viajes juntos. Hay situaciones en las que los juegos, las excursiones y otras formas de distensión consolidan la relación entre esposos y al mismo tiempo enseñan a los hijos valores como la honradez, la honestidad, el espíritu de equipo y la diplomacia.

(Traducido de: Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos?, Editura Renașterea, Cluj-Napoca, 2012, pp. 59-60)