El Camino, la Verdad y la Vida
En nuestra esperanza de hacer de la palabra del Evangelio la sustancia de nuestra existencia entera, somos liberados, con el poder de Dios, del sometimiento de las pasiones. Jesús es el Salvador, en el verdadero sentido de la palabra.
Cuando contemplamos la sabiduría divina en la belleza del mundo creado, nos sentimos atraídos con más fuerza por la belleza eterna del Ser Divino, que nos fuera revelada por Cristo. Para nosotros, el Evangelio es la auto-revelación divina. En nuestra esperanza de hacer de la palabra del Evangelio la sustancia de nuestra existencia entera, somos liberados, con el poder de Dios, del sometimiento de las pasiones. Jesús es el Salvador, en el verdadero sentido de la palabra. La oración cristiana se realiza con la invocación constante de Su Nombre: “¡Señor Jesucristo, Hijo del Dios Vivo, apiádate de nosotros y de Tu mundo!”.
Aunque, en su sentido más profundo, la oración en el Nombre de Jesús une totalmente al hombre con Cristo, la hipóstasis humana no desaparece, no se pierde en el Ser Divino como una gota de agua en el océano. “Yo soy la Luz del mundo … Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 8, 12; 14, 6). Para los cristianos, el Camino, la Verdad y la Vida no son un “qué”, sino un “Quién”. Ahí donde no hay una forma personal de existencia, no hay ninguna forma de vida. Ahí en donde, en general, no hay vida, tampoco existen el bien, el mal, la luz y la oscuridad. “Todo fue hecho por Él y sin Él nada se hizo. Cuanto ha sido hecho en Él es vida” (Juan 1, 3-4).
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experienţa vieţii veşnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, pp. 141-142)