No tendríamos que decir que la lucha que libramos para apartar la ansiedad de nuestra vida no es una agotadora. Tenemos que aceptar todas las situaciones que enfrentamos, sin culpar a los demás. Reconozcamos nuestra derrota y estemos atentos a la forma como nos expresamos.

La mansedumbre es el primer paso, el primer escalón del crecimiento espiritual, decía un venerable padre del Santo Monte Athos. Así pues, iniciemos un pequeño diálogo, también con aquellos a quienes hemos rechazado desde hace tiempo o en el pasado más reciente. El amor es siempre humilde. Y el amor con la humildad suelen darle a la ansiedad un golpe mortal.

También el ascetismo es necesario para alcanzar la madurez espiritual. A veces, si seguimos el camino ascético, podemos llegar a experimentar una suerte de desesperanza. Los conocedores dicen que, ante todo, se trata de una ocasión extraordinaria, llamada el “privilegio de la desesperanza”. Entonces, en esa renuncia total, se toman importantes decisiones, que, usualmente, demuestran ser las más fructíferas.

(Traducido de: Monahul Moise Aghioritul, Tristețea anxietății și bucuria nădejdii, Editura Sophia, 2005, p. 54)