El carácter protector del ícono en la lucha espiritual
Hoy en día, en las habitaciones de los fieles hay muchos íconos. Muchos. Esta es una prueba de que, viéndonos invadidos por la miseria, la pornografía y la insolencia, nuestro ser, en lo más profundo, sabe cómo defenderse.
Un joven que abusa del cuerpo de otra persona, tiene la mente herida por imágenes que provienen del mismo demonio. Ningún joven que no haya visto jamás alguna imagen pornográfica es capaz de engendrar, en su mente y su corazón, la inclinación a hacer cosas antinaturales o inestéticas. El amor es belleza, el abrazo es algo sublime, todo lo que implica el amor entre personas es hermoso y delicado. Una caricia es una muestra de delicadeza que se aparta sin insistir, sin forzar, sin dañar. Se aparta y vuelve como un gesto de una delicadeza mayor. Todo lo que es desagradable es una sugestión maligna y viene por medio de la vista.
Si tenemos pensamientos vergonzosos, si somos visitados por esa clase de ideas, es porque hemos visto ese tipo de imágenes, algunas veces quizás desde que éramos niños, cuando veíamos alguna película en casa, y nuestros padres decían: “¡Bah, es muy pequeño para entender esta escena!”. En verdad, el niño no entendía, pero la imagen se le quedó grabada. Y tenemos que purificarnos de esas cosas. La Santa Iglesia tiene distintos métodos para conseguirlo. Yo creo que tenemos que espabilar un poco y conocer las formas que tiene la Santa Iglesia para sanarnos y conservar nuestra salud espiritual.
¿Por qué hay santos pintados en nuestras iglesias? Su presencia detiene nuestro imaginario enfermo. El padre Gelasio decía que, actualmente, cuando la invasión de la pornografía y la indecencia es algo tan grande, nos podemos defender con el ícono, volviendo nuestra mirada a los íconos. Porque el ícono es la presencia del santo y obra activamente, congelando, bloqueando al maligno que pervive en las otras imágenes. Antiguamente, la mayoría de hogares tenía un ícono en, al menos, cada habitación. Hoy en día, en las habitaciones de los fieles hay muchos íconos. Muchos. Esta es una prueba de que, viéndonos invadidos por la miseria, la pornografía y la insolencia, nuestro ser, en lo más profundo, sabe cómo defenderse.
Sí, el ícono nos ayuda a detener nuestra imaginación y también toda esa invasión, y además nos sana de cualquier figuración impúdica. Y si en algún momento el ataque se vuelve más encarnizado, lo que tenemos que hacer es postrarnos de rodillas y decirle a Dios: “Señor, tal vez soy culpable por haber visto algo así, o tal vez no soy culpable, porque no me acuerdo, pero no acepto esas imágenes”. Y cuando decimos “no acepto…”, esas imágenes se apartan. Lo mismo tenemos que hacer cuando nos vengan pensamientos blasfemos o cualquier otra idea negativa. Esto no significa que no los oigamos. Los oímos, sí, pero no los escuchamos.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Deschide Cerul cu lucrul mărunt, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 110-111)