El cementerio, iglesia de los justos y de los santos
Las lágrimas brotan de nuestros ojos cuando oramos frente al sepulcro de nuestros seres queridos, pero nuestros corazones esperan en el Altísimo: “Junto a los santos haz que descansen, Oh Cristo, las almas de Tus siervos que ya reposan”.
La muerte no esquivará a ninguno de nosotros, así como tampoco lo hizo con nuestros padres y hermanos. Y es que no viviremos durante siglos, sino tan sólo unos años, en este mundo. Por eso, el cementerio es el lugar en el que debemos comenzar nuestra preparación para el Juicio de Dios. Nuestro cuerpo descansará allí, hasta el momento de la resurrección, mientras que el alma —inmortal— seguirá viviendo aún después de que el cuerpo muera. Las lágrimas brotan de nuestros ojos cuando oramos frente al sepulcro de nuestros seres queridos, pero nuestros corazones esperan en el Altísimo: “Junto a los santos haz que descansen, Oh Cristo, las almas de Tus siervos que ya reposan”. El cementerio es una iglesia inmensa, en la cual descansan los restos de quizás muchos santos y justos. Y algunos de ellos han ganado ya el derecho de pedirle directamente a Dios que nos ayude.
(Traducido de: Preot Maxim Kozlov, Spovedania copiilor. Sfaturi practice pentru preoţi, părinţi şi copii, traducere din limba rusă de Gheorghiţă Ciocioi, Editura de Suflet, Bucureşti, 2014, p. 95)