¡El Cielo es tuyo, hermano, si vuelves a la humildad!
La humildad es el único camino, hermanos. ¡Pero no hace falta que nos comparemos con San Nifón o que pretendamos hacer lo mismo que él! ¡No! Hay que esforzarse, simplemente.
Han visto cómo una sola palabra puede abarcar la salvación entera? Un estado de disposción interior. Entonces, ¿por qué estar tristes! ¡Cristo resucitó! Fuimos bautizados, tenemos un ángel guardián. Dios nos enseña: “¡Pedid y se os dará! ¿Quién os dará una piedra en vez de un trozo de pan? ¿Acaso no os doy Yo el pan que necesitan, hombres de poca fe?”. ¡No perdamos la fe! ¡No nos dejemos llevar por la desesperanza! Que cada uno se esmere, según sus posibilidades. Conténtense con cosas pequeñas, no pidan grandes dones. ¡Ese es un error muy grave! ¡El don que se te ha dado no es pequeño, es justamente lo que necesitas! Pero lo que pasa es que el hombre, en su necedad, guiado por el orgullo y un afán insensato, quiere ganarse el Cielo entero en un instante. ¡No! ¡Todo el Cielo es tuyo, hermano, pero antes debes mantener ese estado de presencia y humildad del que hablaba! ¡Sin humildad nada es posible!
Hay un libro, “La vida de San Nifón” … Este santo se caracterizó por su inmensa humildad. ¡Y qué revelación recibió por parte de Dios! Cuando murió, su alma fue llevada al Cielo por una gran multitud de santos y mártires… ¡y también por nuestro Señor Jesucristo! Y es que, algún tiempo atrás, presintiendo su muerte, San Nifón había orado: “¡Oh, Señor, concédeme la dicha de que vengas por mi alma cuando yo muera!”. Se dice que incluso lo llevaron antes de que muriera, para que conociera su lugar en el Cielo. Todo esto es fruto de la humildad. La humildad es el único camino, hermanos. ¡Pero no hace falta que nos comparemos con San Nifón o que pretendamos hacer lo mismo que él! ¡No! Hay que esforzarse, simplemente. El Santo Evangelio dice que “los más decididos son los que se adueñan del Reino de los Cielos”. En cualquier carrera, son muchos los que participan, pero solo aquel que corre con toda la buena disposición de su corazón no lo hace en vano. Quien participe, no debe pensar desde antes que no va a ganar. Al final, todos son ganadores, si han corrido con honestidad… pero solamente algunos son premiados.
(Traducido de: Arhimandritul Arsenie Papacioc, Cuvânt despre bucuria duhovnicească, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003, pp. 204-205)